A un querido y buen amigo.

Estimado Juan:

Espero que al recibo de la presente, estés bien de salud. Yo, a D.G., sí lo estoy.

Aunque hace bastante tiempo que no nos vemos, obligados por la distancia y nuestros distintos quehaceres, sí tengo noticias tuyas, que aunque podrían estar algo desvirtuadas ya que, como bien sabes,( las versiones van cambiando a medida que el comentario va pasando de unos a otros actores o contadores)para tener una opinión clara es necesario estar frente a frente y observar la mirada; algo parecido a la técnica de los oftalmólogos, pero sin tanta sofisticación, alcanzando lo que ellos llaman "el fondo de ojo".

Me dicen amistades comunes que estás nervioso con un alto grado de hiperactividad, y, como sabes, eso no es bueno para la tensión arterial; acuérdate que si no se tiene en cuenta puede producir efectos irreversibles en tu estado físico e incluso psíquico. Siempre has sabido que la vida hay que tomarla al ritmo que se debe de tomar (como el buen vino) y no más, que como dicen los mecánicos: "hay que procurar que el motor no se pase de vueltas, que luego tienen difícil amaño".

Estos desarreglos de actividad, dicen los entendidos, se producen por situaciones de obsesión y a veces van acompañadas de cuadros de sentimiento de fracaso y de poca confianza en uno mismo (ya sé que no es tu caso). Lo cierto es que estas situaciones disparan ciertos mecanismos que hacen que afecten a otras "cosas vitales" que pueden provocar situaciones embarazosas cuando uno menos se lo espera.

No sé, mi querido Juan, si te acordarás del cuento que tantas collejas repartía. Seguro que en tu memoria aun queda algo de aquellas imágenes y sensaciones del colegio. Por si acaso no es así, a ver si te ayuda este poema de aquel tiempo que aún queda en mi apuntes colegiales y que seguro a ti te dirá mucho:

Queriendo ser lo que ansiaba y no podía,

un pobre pícaro y acomplejado plebeyo

buscaba distinción social con afán y a degüello.

No encontraba ocasión, y, por ello, más afán ponía.

Varias alternativas se le ocurrían cada día

pero, por causas varias, prácticamente de golpe,

al rato de ocurrírsele, de todas ideas prescindía

por no considerarlas procedentes a su capacidad y porte.

Decidióse, entonces, cuentacuentos hacerse

pensando que así, al contar, la plebe lo atendería.

Si alto gritaba, aunque poco o nada filosofase,

al menos y por curiosidad en él se fijarían.

Y como quiera que en el pueblo no había

quien historias contara, el rey cómico

de las mofas y cuentacuentos, él sería;

para asombro de todos y gloria de él mismo.

Para ello pusose a escribir historias de caballerías

en las noches frías, que con vino tinto fuerte calentaba

a falta de otras leñas y brasas de mayor eficacia,

y que a su cabeza animaba y a su magín afectaba.

Decidido a ello, con un par de historias,

en la plaza, en un día de feria, se plantó,

vestido para la ocasión de gamas llamativas,

a un barril subido, a modo de ilustre tablado.

Inició sus prosas, con la falta de ritmo del novato.

Oía risas, aunque no sabía que las engendraba,

si el cuento narrado o el cuentista adornado

de guisa cómica para el estreno de tal bravata.

Imaginándose exitoso y con el calor del vino,

bebido para mojar la garganta que no se le secara

al recitar su historia escrita con flaca imaginación,

sonreía al respetable sacando pecho, llenando casaca.

No reconociendo su falta de habilidad como cómico

y en los brazos de la vanidad, que crecía por halagos

falsos de quien reía (más de él que de la narración),

pretendió el tono gargantil subir para mejor ser escuchado.

La inmodestia es mala compañía, y confundió el éxito

con el aplauso de los tontos y la espalda de los demás,

argumentada, con la excusa del necio, de la ignorancia ajena

que, pobre ella, pensaba, no entiende el arte exquisito.

Al poco tiempo de su estreno, las risas se cansaron

y lomos, en la plaza, incluso con sol o viento de frente,

solo veía, pero a él, como le ocurre a quien razón

no posee, la suficiencia le hacía confundir realidad y deseo.

Encerrado en su error pensando que los plebeyos

no entendían, decidió aparentar mas cultura

llenando de acidez e insultos sus frases.

Una noche, acompañado de su ya único fiel,

el vino...

¿Te acuerdas ahora?. Amigo Juan, cuídate mucho que si no lo haces, serás el nuevo campeón de las collejas que te dará la salud. Que con mucha frecuencia nos pasa como al cuentacuentos y las risas se tornan espaldas, y nos quedamos con el pescozón

Juan, que me tienes preocupado. Me despido de ti. Espero verte pronto. Hasta ese día, que te lo daré personalmente, recibe un afectuoso abrazo de tu amigo que te quiere bien y te desea lo mejor.

fdo. Carlos Garcia